Chuck Palahniuk es
a los estadounidenses lo que Irvine Welsh es para los británicos: el mayor
representante del “realismo sucio” (dirty
realism) y el ícono más afamado de la literatura de la generación X. me
atrevería a decir que ambos autores se encuentran entre los diez escritores
vivos más influyentes en el mundo. Serna, Xavier Velasco y en menor medida Villoro
han adoptado como propia la veta tremendista de ambos narradores, un estilo que
ha traspasado al género de la novela y ha trascendido a las artes plásticas y,
sobre todo, al cine. No es gratuita toda esa legión de admiradores frikis que
analizan (disecciones, más bien) sus obras hasta lo enfermizo.
A pesar (o por ello
mismo) de esta gran influencia que ha ejercido este tipo de narraciones
“vulgares”, por adjetivarlas de forma simplista, la producción literaria de
Chuck Palahniuk que siguió a su consagración con la grandiosa Fight Club (1996) ha ido en franco
declive. Snuff (2008 en inglés; 2010
en español, con Mondadori), por ejemplo, parecería ser una síntesis de lo mejor
y lo peor del estilo de Palahniuk. Es una novela breve que bien pudo ser un
cuento.
Esta escueta novela
cuenta cómo Cassie Wright, una actriz porno veterana y en decadencia, intenta
terminar su carrera imponiendo un récord mundial de seiscientos actos sexuales
ininterrumpidos y filmados; deseosos, pero sobre todo con motivos ocultos, los
señores 72, 137 y el 600 esperan su turno y, en ese impasse, el lector conocerá en boca de ellos que tienen intenciones
extrasexuales para estar ahí, incluida la erudita asistente de Cassie, Sheila.
Cada capítulo se
alternan las narraciones en primera persona de los cuatro personajes principales
(72, 137, 600 y Sheila). Abundan las páginas de relleno, como las que se
solazan refiriendo anécdotas peculiares de actores porno reales e histriones de
Hollywood. También es lentísimo el desarrollo de los eventos cuando la tensión
narrativa, intuimos, ya no puede resistir más narración y se hace necesario
llegar al clímax. Una gran virtud de la narrativa de Palahniuk es que por más
predecibles que aparente ser sus resoluciones, o por más confiado que se siente
el lector acerca del futuro de los personajes, sus historias siempre nos
superan y al final nada es lo que creíamos que era. En Snuff no es la excepción Por ello, vale llegar hasta el
inimaginable final.
Incluso con todo el
lastre que arrastra la novela, Snuff
es una buena forma de acercarse a la narrativa de Palahniuk para aquellos que
aún no se han iniciado en su lectura con las reservas ya previstas y teniendo
en mente que, en lo personal, creo que Snuff
pudo haber sido un muy buen cuento. Si forzamos los argumentos, se podría
argüir que la extensión era necesaria para conocer las distintas relaciones
entre los personajes, sus caracteres y sus motivos por estar en espera. Algo
falla, porque llega un punto en que pueden resultar insoportables las descripciones
de las películas ficticias, aunque cómicos sean sus títulos (como Primera Zorra Mundial, Segunda
Zorra Mundial, Horizontes marranos,
La corrida Da Vinci, El cartero siempre se corre dos veces, Los melones de la ira, El nabo de Oz, Poco ruido y muchas pollas, etcétera).
Como contrapeso, y
es por lo que vale la pena leerla con espíritu de aprendiz, Palahniuk, al igual
que Welsh ha hecho con su obra, no desaprovecha para criticar duramente a la
sociedad norteamericana y, sobre todo, a ese sector que comercializa con el
sexo: productores, actores, actrices y consumidores. Como es habitual en él, el
estilo directo y crudo no es más que un espejo para reflejar a los más sórdidos
seres de nuestra sociedad… créetelo. Este método contribuye a que a mitad de sus
novelas aceptamos como normal sus trepidantes y agresivas narraciones, la
escatología religiosa trasplantada a los rituales degradantes del
hipercapitalismo. Muchos lectores, que no han sabido reconocer la semilla
socrática de sus procedimientos, son incapaces de entrever detrás de sus
repulsivos y provocadores textos un ímpetu por hacernos ver nuestra complicidad
con lo que denuncia, en su mayoría, nuestra conformidad con la ética del tabú y
las buenas maneras puritanas en contraste con la civilización hipersexualizada
que por un lado condena el sexo y por el otro alienta su imaginería.
Antes de Snuff serviría como intro el cuento de
culto “Tripas”, aunque advierto
que en lecturas públicas algunas personas han terminado desmayadas, según
versan las leyendas urbanas. En
síntesis, Snuff compendia lo mejor y
lo peor del estilo de Palahniuk y podría servir como una buena lectura para
iniciarse en el mundo siempre imprevisto, agresivo y corrosivo de este autor
(sobre todo el final, grandioso) que, en definitiva, ha sido de los más
influyentes en los últimos quince años.
Hugo Medina (22-julio-13)
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