Justicia,
thriller del mexicano Gerardo Laveaga (actual presidente del IFAI), habla precisamente
de la imposibilidad de ella en un país como México. En nuestras letras, es
habitual que en ciertos momentos generacionales se susciten revisiones concisas
sobre la descomposición política del país, desde la magnífica La sombra del caudillo de Martín Luis
Guzmán, pasando, contemporáneamente, por La
ley de Herodes de Jorge Ibargüengoitia y El miedo a los animales de Enrique Serna, hasta Justicia, novela que aborda de forma
implacable las atrocidades y corruptelas del sistema judicial mexicano.
La historia parte del
hallazgo del cadáver de una estudiante de secundaria con el cuello torcido y la
palabra "puta" inscrita con un pintalabios en su uniforme. El
problema adquiere dimensiones mediáticas debido a que el cuerpo lo han colocado
en una banca del parque donde el jefe de gobierno del Distrito Federal rinde su
informe de trabajo. El célebre defensor de los derechos humanos y académico
reconocido, Dr. Federico Ballesteros, ahora convertido en procurador de
justicia de la capital del país, deberá resolver a la brevedad posible el
terrible suceso a petición (y presión) de sus superiores, con tal de quedar
bien ante la opinión pública y los medios de comunicación.
Para salir al paso, y
en contra de sus convicciones, Eric Duarte, quien purga una condena de cuarenta
años por haber matado a su madre anciana y enferma, recibe la oferta de
reducción de su condena a la mitad si confiesa el homicidio de la niña. A pesar
de su inocencia, Duarte acepta y pronto es mostrado como el asesino para
mitigar la reacción en el país por tan cruento crimen.
Paralela a esta
historia, que es pan de cada día en nuestro país, Rosario, una compañera de la
estudiante asesinada (Lucero), conoce la identidad del verdadero homicida.
Pecando de ingenua, la párvula se dirige a la honorable sala de magistrados del
más alto tribuna de justicia del país, con la esperanza de relatar todo lo que
sabe a uno de esos señores con toga y que han jurado impartir justicia. Ahí
conocerá a Emilia Miaja, la típica chica estereotipo: culta, comprometida con
ideales de justicia incompatibles con la nación real, estudiante guapa y
esbelta de la Escuela Libre de Derecho (con novio machista incluido, guiño satírico
a Grey sino fuera porque Grey es un guiño a todos los abusadores)…
en fin… quien trabaja, por recomendación de su otrora tío magistrado, en dicho
tribunal en la ponencia del magistrado Carlos Ávila, el más liberal de todos.
En este desfile de
ministros, senadores, estudiantes, procuradores y subprocuradores, de jefes de
gobierno, de criminales y burócratas, es que se desarrolla la trama, los ires y
venires de Emilia y Rosario. Una novela grandiosa en cuanto Laveaga es capaz de
explicarnos desde dentro las tropelías, las traiciones, las negociaciones
disfrazadas de compromisos con el bien del pueblo, los tecnicismos jurídicos
que ocultan la incompetencia de los magistrados a la hora de reconocer la
justicia ante sus propias narices, la incapacidad y la cólera de las víctimas y
verdugos de este sistema corruptísimo… thriller fallido por la envergadura de
sus personajes y procedimientos: excesiva la ornamentación que adereza la
personalidad de Emilia, la chica fresona con todos los atributos físicos e
intelectuales deseables para una telenovela; la innecesaria segunda persona
para narrarnos la vida de ella, como si tal afectación nos deparara una
psicología privilegiada; la facilidad con que nos deja vislumbrar al asesino.
Claro: si usted desea
enojarse más y confirmar lo que ya sabemos, Justicia
es la novela que le acercará a la vida centralizada de México, con esas
decisiones estúpidas que los ministros toman en nombre de la nación. Si desea,
al contrario, escapar de nuestra terrible situación y olvidarse de los
periódicos y los noticieros de Televisa, aléjese de este libro. Especial
mención tiene la agilidad con que se lee Justicia,
una virtud (o sensibilidad) que todo novelista debería adquirir. Sin embargo,
aunque Laveaga consigue una serie de aciertos, como su didactismo, su retrato
puntual del bestiario que anima la vida política y jurídica de México, y la
caracterización del único personaje asumido desde la primera persona, Justicia no aporta nada a la historia de
la novela mexicana. A unos años, esta experiencia será olvidada, como la mayoría
de los libros que últimamente Alfaguara se ha empeñado en publicar y publicitar
con tanto ahínco.
Hugo Medina (10-sep-13)
No hay comentarios:
Publicar un comentario