La vida de Pynchon es
profundamente enigmática. Es un autor recluido, alejado, como un místico, de
los medios de comunicación, de las entrevistas, del periodismo cultural, así
como de los conglomerados de escritores. En sus apariciones estelares en la
serie Los
Simpson, Pynchon tiene puesta, de forma permanente y fatal,
una bolsa con un signo de interrogación consignando su rostro.
Las novelas de Thomas
Pynchon (1937 - ) siempre me han provocado una profunda inquietud y, a la vez,
una prolija admiración por el talento narrativo del autor. El escritor nativo
de Long Island posee una capacidad desbordante para combinar géneros literarios
y volver compleja, por el arte de la digresión, el dato erudito y trivial, sus
tramas y las diversas subhistorias que van girando como satélites y a veces
como complejos sistemas de anillos. Las obsesiones que acosan a Pynchon
recubren cada sedimento de su densa obra. Aborda como nadie el surgimiento de
las inmensas redes industriales y de masas que se originaron a partir de la
Segunda Guerra Mundial.
Su primera novela, V.,
apareció en 1963, a la cual le siguió La
subasta del lote 49 (1966),
Vineland (1990), Mason y Dixon (1997) y Un lento aprendizaje (1984), el cual es una colección
de sus relatos. Arco
iris de gravedad, una obra maestra imprescindible, se publicó en 1973.
Un año después, se le negó el Premio Pulitzer, ya que los jueces consideraron
que la novela exponía acontecimientos indecentes y groseros. A pesar del
rechazo obtenido del stablishment intelectual, en 1994
se le concedió el National Book Award.
El Arco iris de
gravedad relata
cómo es que Tyrone Slothrop, un militar estadounidense que trabaja en el
departamento de inteligencia, ha sido objeto de un experimento relacionado con
el Imipolex G, un plástico que terminará sirviendo para recubrir los cohetes.
Laszlo Jamf, inventor del aislante para bombas, un alemán desquiciado y futuro
científico nazi, llevó a cabo experimentos pavlovianos con Tyrone, hasta que
condicionó los genitales de su conejillo de indias para que se excitaran ante
la presencia del Imipolex G. Así, el protagonista sufrirá, en su etapa adulta,
recurrentes erecciones involuntarias a consecuencia de los agónicos e
invariables bombardeos que se ciernen sobre la Inglaterra de 1944. Su conducta
inusual comienza a levantar numerosas sospechas en el paranoico ejército
norteamericano. Convencidos de que Tyrone oculta un secreto determinante,
deciden investigarlo insaciablemente.
Con esta novela,
Pynchon trata de relacionar la pérdida de la sensibilidad natural con la paulatina
intromisión y asimilación de la violencia planetaria en las estructuras
psíquica de la humanidad. Obviamente, su protagonista, creado con una alta
dosis de sarcasmo, simboliza la aparición de un nuevo espíritu de época, acorde
con la apatía y la pérdida del espacio íntimo. Pynchon, anti-nietzschiano,
aduce que a partir de la Segunda Guerra Mundial la posibilidad del ser humano
se redujo a un súper hombre invertido: excitado con la masacre masiva, la
violencia exaltada y la guerra a nivel mundial. Así, la idea de Nietzsche, de
un ser superior, queda oculta bajo la forma de un ser anti-natural,
condicionado a experimentar excitación por algo repulsivo.
El sarcasmo,
elocuente por agresivo, radica en que los bombardeos cobran un sentido
diametralmente opuesto al normal. Despojar de phatos dramático a un
ataque, y fijar la rotación narrativa en los ejes testiculares de su
protagonista, constituye una de las grandes burlas y críticas a las políticas
militares y, por ende, al hombre surgido de esas experiencias traumáticas.
Para Pynchon, las
guerras a escala mundial condicionaron al hombre a una insensibilidad extrema,
muy preocupante, y que hoy en día parece dominar la escena de la cultura. La
proliferación de películas de acción, de guerra y thrillers a los James Bond, no
nos causan angustia ni despiertan en el espectador ningún sentimiento de
aversión. Al contrario: se estimula un cierto morbo, un placer abyecto; un tipo
de excitación. Estamos anestesiados por una cultura que ha normalizado la existencia
e intervención de acciones militares para resolver conflictos entre países.
Estamos condicionados por el marketing del cine y de la
televisión, al punto que llegamos a consumir compulsivamente todo aquello que
nos prometa un grado apreciable de escenas espectaculares.
Tyrone Slothrop
aspira a ser la conciencia de todos aquellos entes enajenados adentro de la
gran matrix de la violencia, hecha a imagen y semejanza del dinero. Aún más:
cada uno de nosotros, en algún momento de nuestra vida, hemos experimentado una
excitación, una especie de orgasmo, un oscuro placer al ver las explosiones,
los efectos, los tiroteos, el fuego y contrafuego de las acciones bélicas o al
ir avanzando por los videojuegos de matanzas. Sin excepción, hemos sido
cómplices de la guerra y la ignominia. Pero para nuestra tranquilidad, debemos
saber que hemos actuado involuntariamente, condicionados por un CD, por un
celuloide o un chip de silicio, no tan distintos del eréctil y orgásmico
Imipolex G.
--Cortesía de Dino
Trajeado.
Hugo Medina (05- julio - 13)
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