Morirás
lejos (1967), del autor mexicano José Emilio Pacheco, se
inscribe en el contexto literario de polémica entre el movimiento francés del nouveau roman y los defensores
latinoamericanos (mayormente del boom) del estilo de narración realista y
tradicional. Morirás lejos está
construida desde los preceptos narratológicos del nouvea roman, como lo es la indistinción de niveles narrativos,
nula descripción de los personajes, dilatación del tiempo del enunciado y de la
enunciación, pero todo ello a través del método expositivo de la metaficción
historiográfica. En aquella época se polemizó sobre el futuro de la novela: por
un lado Alain Robbe-Grillet, George Perec, Michel Butor y Claude Simon,
principalmente, ejecutaban novelas desprovistas de tramas clásicas, centradas
en el tiempo subjetivo (un minuto se representa en quinientas páginas) y
desdeñosas de todo lastre realista decimonónico; como reacción, Carlos Fuentes,
Ernesto Sábato y levemente el resto del boom miró con sospecha el estilo
ilegible de la tendencia francesa.
La novela de Pacheco se
inscribe en esta polarización e intenta conciliar ambos enfoques a través de la
utilización de la metaficción historiográfica, teorizada mayormente por Linda
Hutcheon en su libro A Poetics of
Postmodernism. History, Theory, Fiction. Morirás lejos despersonaliza la historia particular de sus
personajes para reinterpretar simbólicamente la historia humana (importantísima
la referencia a La torre de Babel de
Pieter Bruegel). Por sus cualidades expositivas, Morirás lejos es una novela de difícil lectura que amerita un par
de repasos detenidos: es, como Babel, un laberinto de voces y niveles
narrativos. No es para menos: la novela relata la diáspora judía desde tiempos
romanos, pasando por los campos de exterminio hasta la persecución de eme,
posible científico nazi oculto en la Ciudad de México y que observa a un
sospechoso lector de El Universal que
se aposta a diario frente a su casa (llamado Alguien).
El texto posee siete
grandes divisiones que se yuxtaponen para lograr este efecto laberíntico. Estas
divisiones o apartados aparecen con distintos nombres, a saber: Salónica, Diáspora, Grossaktion,
Totenbuch, Gotterdämmerung, Desenlace y Apéndice. Cada uno de estos segmentos aparece con su
correspondiente ideograma. Hay dos grandes bloques narrativos: el relato de la
ficción, que agrupa todos aquellos episodios de eme y Alguien (quien observa
desde la ventana al sujeto que lee el periódico); en tanto que el llamado
relato de la historia refiere los hechos relacionados con la persecución de los
judíos.
La organización de los
narradores es cuidadosa y, como los bloques narrativos, también se encuentran
dispersos y asociados. El narrador principal, en tercera persona, totaliza el
relato y genera a su vez a los otros narradores (son otros tres). En él
convergen las dos líneas narrativas, tanto el bloque de la ficción como el
correspondiente al de la historia. Su presencia, a veces, se encubre bajo la
forma de paréntesis, notas al margen, citas textuales, entre otros recursos.
Este narrador tipo
acordeón, que se pliega y se despliega, crea una distancia crítica para
enjuiciar el ejercicio de escritura y la omnisciencia, es decir, la pretensión
de controlar el universo narrativo. Esta exposición de discursos cruzados es lo
que Óscar Tacca llama visión estereoscópica.
Dichas marcas narrativas
son constantes y detallan dos implicaciones: la estructura deliberadamente
confusa de voces y el objeto de la narración, la catástrofe universal de los
judíos. En realidad, la raíz de la diáspora, de la dispersión y confusión del
“habla” interna del relato se encuentra en la simbología de Babel. La
dispersión como castigo: de ahí el título de la novela: Morirás lejos. Y
es que la novela, con su narrador ubicuo, cuenta en, acaso, un par de segundo,
toda la historia de la humanidad.
Estamos ante un clásico
de la narrativa mexicana indiscutible que debería figurar dentro de las diez obras
mayores del siglo XX en México… y lo escribo con reservas. Es lamentable que
aún no se cuenten reediciones de este magnífico libro. Desconozco las razones
para ello. Es muy difícil hacerse de esta novela por lo que urge una nueva
edición y una buena campaña de difusión. Es una novela tan hermosa como
enigmática, tan vertiginosa como apabullante, y un desafío de aporías,
razonamientos y búsquedas textuales para la inteligencia. A pesar de que relata
la historia carnicera de la humanidad, en ella se vislumbra una leve esperanza:
la insistente voz, acaso perdida y recuperada, de los errantes sobrevivientes.
Hugo Medina (20-sep-13)
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