Philip Kerr es uno de esos novelistas que rápidamente es proclamado como uno de los más brillantes de su generación. Como los personajes de Trainspotting (y claro, de Irvine Welsh) Kerr es originario de Edimburgo. La revista Granta lo ha mencionado como uno de los más destacados narradores actuales, junto a Ian McEwan y Welsh. Aunque su producción literaria no se ha traducido lo suficiente al español, su novela, Una investigación filosófica, ha tenido un gran éxito en el mercado de los lectores en lengua española. Lejos de usar el formulismo fácil del suspense, Kerr, inteligentemente, complica las cosas al grado de volver el tema del asesinato en una proposición de estirpe lógica. Ante las múltiples salidas filosóficas del delincuente, los protagonistas de la novela se sentirán, poco a poco, atrapados en un mundo donde las relaciones humanas se vician por el poder central que ejercen los valores morales.
Resulta sumamente estimulante recorrer un Londres futurista acechado por un homicida obsesionado con Wittgenstein y claramente superior a sus perseguidores. La trama se desarrolla en el año de 2013, momento en el cual la Unión Europea ha desarrollado un sistema análogo al de Blade Runner para descubrir a potenciales asesinos y mantenerlos vigilados con un sistema automatizado, regido por una computadora diseñada a lo Asimov. A dicho artilugio del gobierno se le ha dado el simbólico y pomposo nombre de “Programa Lombroso”, el cual se encuentra en una fase experimental.
Para proteger la identidad de los ciudadanos propensos a cometer crímenes violentos, se les ha asignado el nombre clave de algún personaje histórico de acuerdo a su personalidad. La protagonista de la novela, la detective Jakowicz, descubre que el asesino múltiple ha obtenido la lista completa de los virtuales delincuentes registrados en el “Programa Lombroso” y que, dramáticamente, bajo la teoría del bien de las masas, ha decidido cazarlos. Tendrá, a lo largo de esta aventura detectivesca, que salvaguardar a los criminales en ciernes consignados bajo los nombres de Darwin, Byron, Kant, Spinoza, Keats, Locke, Dickens, Russell y hasta a Sócrates.
La virtud del torcido y perverso némesis es que de manera ágil y hasta ilustrativa (sin volteretas cultas ni complicadas alusiones a los de por sí tenebrosos y difíciles textos de Wittgenstein) corrompe la lógica del filósofo de Viena con el fin de volverla una invencible y contundente lógica del asesinato. En un momento memorable de la historia, cuando Wittgenstein decide llamar por teléfono a la detective para retarla, el criminal realiza una parodia hilarante del famoso texto de Thomas De Quincey: El asesinato considerado como una de las bellas artes.
La atmósfera, densa, turbulenta, gótica y underground propia del anime y del comic, está saturada de precisas descripciones del paisaje y el estilo de vida en el futuro. En cierta forma, esta novela tiene abundantes puntos en común con la saga del "Caníbal" Lecter. Por ejemplo, el parecido entre la detective Jakowicz y la investigadora Clarice Sterling de El silencio de los inocentes es abrumador. De igual manera, el siniestro psicópata que ha adoptado la personalidad de un apóstata Wittgenstein recuerda en sus múltiples argumentaciones a las categóricas reflexiones de Hannibal Lecter.
Kerr, fascinado por la situación minimalista y la profundización en la psicología criminal en estado lúcido, convierte en una epifanía todo lo que toca con su peculiar estilo narrativo. Esta sugerente novela, que quizás inspire a pequeños asesinos adormilados, es un buen pretexto para encerrarse todo un fin de semana junto con la trilogía de Hannibal Lecter.
Para concluir, me permito una pequeña divagación. En el fondo de este relato imperdible, de igual forma, late la pulsión de Freud, en el sentido de que la civilización era, para él (retoma dicha idea Herbert Marcuse), la historia de las represiones. Sometidos y castrados por la autoridad del padre, aprendemos a mesurar nuestras actitudes y terminamos aceptando un conjunto de reglas morales y éticas como leyes incuestionables de la supervivencia. Dicha presencia, evidente pero no explícita, va a envolver la endeble mentalidad ética de la detective. Ella, en franco conflicto con una sociedad machista como producto de los frecuentes abusos de su padre, se sentirá obsesionada con el alto índice de asesinatos que los hombres cometen contra las mujeres.
Simpatizará con la cruzada sanguinaria de Wittgenstein para eliminar, de una vez por todas, a los criminales masculinos que podrían, de un momento a otro, cometer un acto violento. Dicho lazo hará que ella cuestione la noción del bien y mal que le inculcaron durante su educación y adquirido a lo largo de su experiencia en el ramo de la investigación delictiva. No podemos negar que el asesino oculto bajo el nombre de Wittgenstein terminará simpatizándonos misteriosamente, a pesar de sus crímenes, como si la ética hiciera eco en nuestra poca maquinaria lógica. Kerr, al final de cuentas, lanza una acérrima crítica-lógica y filosófica en contra de la sociedad estipulada, de antaño, por la conciencia represora de la civilización occidental.
Para cerrar, a modo de disfrute de fin de semana, dejo unos versos que aparecen en un momento cumbre de la novela de Kerr, de La tierra baldía de T. S. Eliot:
Tus brazos llenos y tu pelo mojado, no podíahablar y me fallaban los ojos, no estaba nivivo ni muerto, ni sabía nada,mirando en el corazón de la luz, el silencio.Oed’ und leer das Meer.
--Cortesía de Dino Trajeado.
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