junio 05, 2013

Tu nombre en el silencio - José María Pérez Gay

Hace algunos días hablé del problema de la identidad y, tangencialmente, al tratar la tesis de Benjamín, aludí a la necesidad que establece el autor de Frankfurt acerca de escribir una especie de contra-historia, aquella que sea capaz de darle voz a los vencidos. Milan Kundera expone en El arte de la novela que en Europa la narrativa no sólo se ocupa de combatir a los monstruos interiores de los individuos, sino también a los monstruos provenientes de afuera, es decir, a aquellos fenómenos que son producto de la historia. El novelista descubre “cosas que sólo una novela puede descubrir”: la teoría de Kundera sería incomprensible sin las visiones pioneras de Walter Benjamín. Como si se trataran de palabras del propio filósofo de Frankfurt, el autor checo cuestiona: “¿La existencia de la novela no es ahora más necesaria que nunca?”.

Para Pérez Gay, escribir sobre Alemania es una forma de “protegerse del olvido”, es decir, constituye una posibilidad para darle voz a las entidades marginales de la historia. En Tu nombre en el silencio, Alemania se vuelve a presentar como una cicatriz que el autor no ha podido cerrar. La novela es, dramáticamente, el medio para no olvidar que la cultura occidental está escrita con los documentos de la barbarie.

Como en los otros dos libros (La difícil costumbre de estar lejos, 1985, y El imperio perdido, 1992), Alemania es el punto de partida y de reencuentro. No es extraño: el autor ha vivido más de quince años en aquella metrópoli europea y ha recibido la Cruz al Merito en 1992 y la medalla Goethe en 1995, otorgadas por el gobierno alemán.

El protagonista de su novela, Ernesto Cardona, después de haber estado 20 años lejos de Alemania, vuelve a un congreso de sociología. A su llegada, una lluvia de recuerdos lo obliga a contar su historia, sus días de estudiante en la Alemania dividida por el muro en los años sesenta. Paralelamente narra la travesía de sus dos amigos latinoamericanos: el brasileño Nuno Arranches y el colombiano Alonso Vélez.

Abranches sale de Brasil para evadir la represión provocada por el golpe de mediados de los sesenta en contra del presidente Joao Goulart. Cardona abandona México por razones menos heroicas pero no menos importantes. Trata de alejarse de los problemas de su familia, que está irremisiblemente ligada a un abuelo revolucionario, enriquecido y muerto prematuramente, venido a menos por los brutales descalabros económicos ocasionados por un padre entusiasta de todo y triunfador en nada. Vélez se va de Colombia huyendo del infortunio familiar, pues su padre era un inteligente y astuto vasallo del dictador Rojas Pinilla. Vélez, incapaz de soportar la “proscripción y la vergüenza permanentes”, decide conseguir una beca para la Universidad de Berlín y así purificarse de la informe moral de su padre.

Bajo los distintos matices y enfoques de los tres latinoamericanos, Perez Gay recorrerá magistralmente la vasta historia de la Alemania sesentera. No sin cierto apasionamiento exactamente racionalizado, ameno y dúctil, el narrador erudito de tal travesía nos presenta la crítica y determinante discusión en torno al pasado y al porvenir de la Alemania posnazi en un contexto insidioso, en plena Guerra Fría y en un mundo que comienza a ser problemáticamente global.

Enmarcadas en un lúcido cuadro político e ideológico, las historias de amor están atravesadas desde la médula de su urdidumbre por las cicatrices de la experiencia nazi. Jóvenes leyendo a Habermas y soñando en la revolución como fórmula para redimir el pasado; adultos enfermos, depresivos, fantasmales, en conflicto con su experiencia traumática en la Segunda Guerra Mundial: ¿por qué pasó lo que pasó? ¿Fueron cómplices del indecible exterminio? De las universidades a los campos de concentración: la historia de Pérez Gay dista mucho de reproducir las pudibundeces formales y se abre, polifónicamente, hacia un problema cultural que no puede ser resuelto desde ningún punto de vista inmóvil, ni interno ni externo.

Los debates sobre el futuro de las revoluciones en América Latina bajo el manto sagrado de la revolución cubana, el Che Guevara, Herbert Marcuse, Camilo Torres y otros símbolos de la época, discurren a la par de las apasionantes teorías de Habermas y la corriente historicista en ciernes. No pueden ser más pertinentes estas reflexiones en este tiempo global de avalanchas negras y esperanzas cifradas en la insípida izquierda facturada a lo capitalista, como un póster del Che o como una taza con sentencias de Mao Tse-Tung y Mickey Mouse.

La novela aspira a ser una especie de “arqueología del saber” a contrapelo de la impronta encarnizada de las diversas versiones oficiales. Lo interesante de todo ello es que los focos de la acción están filtrados por la percepción y el lenguaje de tres personajes latinoamericanos, lo cual constituye un gran acierto. En estos tiempos de desorientación política, de guerras sin sentido por el poder gubernamental, resulta indispensable leer Tu nombre en el silencio para aclarar nociones confusas y bajar del cielo el sinnúmero de conceptos abstractos y rimbombantes que nos acosan actualmente.

Añado que la presencia trágica de Paul Celan, pero admirable (uno de los indiscutibles), flota espiritualmente, omnipresente, a lo largo de toda la novela. No es para menos: Celan representa al hombre que no puede sobrevivir al desastre ideológico y autoritario, al ser humano destruido en alma por la intolerancia y la violencia de un gobierno dictatorial, estigma que comparte, curiosa y fortuitamente, con Walter Benjamín. El trabajo de ambos da cuenta de los documentos de la barbarie, de cómo nuestra civilización se ha fundado en la opresión, en el castigo, en las matanzas, en los cadáveres de los derrotados. Reproduzco una frase de la novela que me ha amartillado desde el momento en que la leí y que, a mi ver, describe nítidamente el final tan lamentable de dos de los intelectuales más iluminadores de Occidente: “Sus cuerpos pudieron escapar del holocausto, pero sus almas no”. A manera de adelanto, reproduzco el fragmento de un poema clave, amenazante y tortuoso, que envuelve toda la atmósfera narrativa de Tu nombre en el silencio:


De noche,cuando el péndulo del amoroscilaentre el siempre y el nunca jamás,tu palabra derriba las lunas del corazóny tu ojo azul —borrascoso—le entrega el cielo a la tierra.Desde una lejana arboledaoscurecida por el sueñollega hasta nosotros el alientoy lo que perdimos transitainmenso como un espectro del futuro.Lo que ahora se hunde y se levantaquiere lo sepultado en la entraña:ciego como la mirada que cambiamos,el tiempo lo besa en la boca.
—Paul Celan, “Cristal”

--Cortesía de Dino Trajeado.


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