Al igual que su compañero de
generación, Jorge Volpi, Ignacio Padilla continúa la saga de novelas donde el
foco de sus indagaciones es el Mal. En Amphitryon (2000), Premio Primavera,
Padilla reflexiona sobre la influencia de la carencia moral en el ámbito
histórico y en Espiral de artillería (2003) parece vislumbrar lo mismo, pero en la esfera de lo político. En La
Gruta del Toscano (2006), el autor mexicano se obsesiona con el alma y su relación
con el pecado. A pesar de ello, la novela de Padilla parece no cuajar en sus
ambiciones.
La anécdota versa sobre un
impenetrable abismo ubicado en Nepal, cerca del Everest. Se aduce que ahí mismo
se encuentra la entrada al infierno que Dante plasmó en La Divina Comedia. La
narración coloca en el centro de su órbita esta inaccesible punto geográfico
(frontera, a propósito) pero en virtud de las grandes resonancias que implica
la invocación al infierno dantesco es que la novela de Padilla da la sensación
de trivializar la metáfora y, a favor del orden y lucidez de su racionalidad,
es que sacrifica gran parte de las reflexiones metafísicas que por momentos
chispean, pero nada más.
De igual forma se entrevé un
esfuerzo por conseguir una empatía literaria con la gran obra de Joseph Conrad: El corazón de las tinieblas, pero el libro de Padilla queda chico ante tal
comparación. Sin embargo, el rigor y limpieza del relato, así como los
minimalistas elementos del suspense, dan como resultado un enfoque
cinematográfico muy atractivo. Una de las líneas principales, por consecuencia,
le corresponde a un grupo de reporteros de la BBC que elaboran un documental
sobre la afamada gruta y las numerosas expediciones que se han realiza y que
han terminado en el fiasco, acrecentando la leyenda de que efectivamente, ahí
se encuentra la entrada al Infierno.
El punto fuerte de esta novela de
aventuras es la consistencia del personaje principal, el sherpa Pasang Nuru;
diáfano y a la vez lleno de enigmas, bizarro y truculento. Un sabio que ha
presenciado en carne propia los numerosos intentos por conquistar el fondo de
aquella escarpada maligna. La entrevista que concede a la televisora inglesa es
el eje radial desde donde se produce el ritmo del argumento. A partir de ahí,
los documentalistas se interesan en las discordancias del sherpa y siguen la
pista de una versión en apariencia tergiversada que ha vuelto legendario un
sospechosos descenso a la gruta.
Aunque la novela posee defectos
claros, como la irrelevancia que a veces se adivina en la utilización de la
gruta como símbolo, el exceso de intriga y la escasa reflexión sobre el mal, la
narrativa posee la cualidad de desvanecer toda presencia autoral, como si las
palabras fueran una cámara de cine y estuviéramos viendo una película. Junto a
ello, es inolvidable la sencillez con que Padilla presenta a Jarek Rajzarov y
produce el conjunto de acciones decisivas que este personaje llevará a cabo
para poner en tensión, hasta el límite, la lógica de la trama.
Con ello logra orquestar un conjuntos de hilos que se van a unir con la
intervención diabólica de un demiurgo incierto. Añejado con las leyendas de los
exploradores occidentales que han intentado el descenso, la verdadera trama,
determinada por un hecho crucial que vivió la más famosa expedición, se tornará
una búsqueda angustiosa en pos de una cámara antigua, las sediciones de un
misterioso mercenario, la memoria hermética de Pasang Nuru y un inmigrante en
agonía que escapa de la China comunista. Todos los elementos para un puzle nimbado por un misterioso suceso ocurrido en las mismas entrañas de
la gruta dantesca y que es necesario descubrir.
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