octubre 14, 2013

Jerusalén - Gonçalo M. Tavares

En el 2005, Gonçalo M. Tavares fue galardonado con el Premio Literario José Saramago. “No se puede escribir tan bien a los 35 años, dan ganas de pegarle un puñetazo en la cara”, declaró en ese entonces el mismísimo nobel portugués. Se le ha llamado prodigio, “genio de inmenso futuro” por Vila-Matas. Los críticos unánimemente lo han considerado el sucesor del finado y pelícano Saramago. Jerusalén (2005; editada por Almadía en el 2009) pertenece al ciclo de los “Libros negros”, conformado por las novelas Un hombre: Klaus Klump (2006) y La máquina de Joseph Walser (2007).

Mediante una estructura circular, Jerusalén nos narra la historia de cómo las vidas de varios personajes se cruzan o se afectan mutuamente una mañana del 29 de mayo. Ernst, un expaciente de la clínica psiquiátrica Georg Rosemberg, está a punto de saltar por una ventana cuando suena el teléfono. Del otro lado de la línea se encuentra Mylia, también expaciente del mismo sanatorio, una mujer con una enfermedad terminal que ha pasado toda la madrugada en busca de una iglesia abierta, soportando dolores mortales en su vientre y cuyo único consuelo son los dolores que le provoca el hambre, una especie de aviso de su cuerpo para decirle que se encuentra bien. Ambos personajes han tenido un hijo mientras se encontraban en el hospital, a pesar de que Mylia se encontraba casada con Theodor Busbeck, prometedor científico que prepara una tesis innovadora para crear una estadística histórica del terror y así predecir los estadios futuros de todas las civilizaciones.

El hijo de Ernest y Mylia, Kaas Busbeck, ahora bajo el cuidado de Theodor, padece un defecto congénito en las piernas y problemas de dicción. Kaas sufre el desprecio de su abuelo y, para colmo, le aguarda un terrible encuentro. Hanna, una prostituta cuyos servicios son requeridos por Theodor; Hinnerk, un siniestro exmilitar y de una filosofía criminal, son los personajes que completan este pequeño universo. Tavares es un excelente narrador que conoce y domina muy bien sus límites. No intenta salirse de sus esquemas, ni quiere lograr el fácil efecto con experimentos estilísticos. Se nota una narrativa pulcra que se basa en una rigurosa revisión, en una planeación milimétrica.

Se agradece, en un mercado cada vez dominado por historias mediocres y estilos formularios, encontrar novelas tan bien elaboradas, tan bien cuidadas, y que ahondan en la psicología y las acciones motivadas de cada uno de sus personajes. Tavares es un extraordinario observador de los defectos, de las carencias humanas. Causa una cierta inquietud esa forma tan fría y casi clínica de desmenuzar la angustia, la ética y, sobre todo, el sufrimiento. Es por ello, quizás, que Tavares, muy consciente de ello, inventa a este gran Thedor Busbeck, obsesionado con el estudio científico del terror y su influencia en las sociedades y en los individuos. Es el mismo Tavares disfrazado que se contesta a sí mismo: ¿es posible medir las crueldades? ¿Es posible ser verdugo y víctima al mismo tiempo? A lo primero, responde que no. A lo segundo, que sí, aunque matizado porque, generalmente, no somos conscientes de ello.

No me cabe duda de que Tavares será uno de los grandes, si es que no lo es ya. Tiene esa mirada y esa facilidad narrativa (tan difícil de obtener) para analizar las bajezas y brutalidades humanas tan connatural a Kafka o a Camus. Jerusalén, dividida en varios capítulos cortos que protagonizan diversos personajes, como una pequeña puesta en escena a lo Balzac, oscila entre la locura, la elocuencia y el horror. Es una lectura obligada que no representa ningún tipo de dificultad para el lector medio o acostumbrado a leer puros best seller o esas novelas-alfaguaras con lenguaje telegrafiado. Es una historia que puede iniciarlos con uno de los más importantes narradores actuales (aunque también es poeta) y ser testigos del desarrollo de un escritor que muy probablemente dentro de algunos años estará entre los candidatos firmes a recibir el Premio Nobel de Literatura.

 (14-oct-13)


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