El detective del departamento de policía de Edimburgo, Ray Lennox, a raíz de un terrible caso sobre el secuestro de una
niña que apareció muerta a manos de un siniestro pederasta, y al que pudo
capturar, se encuentra en una terrible crisis acompañada de una depresión
clínica. Para olvidarse del caso, decide tomarse unas vacaciones en Miami con su prometida, Trudi,
quien a la par de lidiar con un Lennox traumatizado se avoca a planificar la
boda. Tras una discusión, Lennox intenta sobreponerse a su irascible carácter
en un bar, en donde conoce a dos chicas, Starry y Robyn, con quienes terminará
consumiendo drogas en su departamento. Ahí encontrará a Tianna, una niña de
diez años, hija de Robyn, víctima aparente de una red de delincuentes sexuales
que está con contacto con su madre. Lennox decide investigar y ayudar a la
pequeña, aunque signifique descender al escabroso submundo de los abusadores
sexuales de infantes.
Esta es la premisa de Crimen,
novela que Irvine Welsh publicó en el 2008. El enfant terrible de las letras inglesas, así conocido en todas
partes, modifica su estilo de escritura, aunque de forma leve: de la contaste
oleada satírica y de humor negro que es frecuente en cada una de sus páginas en
Trainspotting, The Acid House y Escoria, por nombra algunas, en Crimen es un recurso regulado que
aparece de forma eventual. Sería, quizás, su obra más seria, pero, mejor dicho,
se trata de un punto de madurez narrativa que ahora comporta como rasgo la
dosificación en el uso de la parodia y el pastiche.
Considero igualmente relevante que la acción transcurre mayormente en
Estados Unidos, bajo el sol de Miami, diferente a los escenarios sombríos y
helados de Edimburgo. Este paso, además, permite a Welsh mostrar la
descomposición de la sociedad norteamericana de inicios de siglo desde sus
entrañas (al final Welsh cuenta que parte de su investigación la realizó en
distintos departamentos de policía de Estados Unidos).
Welsh es quizás el autor que mejor ha retratado las contradicciones del
tacherismo y el modo de vida británico de la clase media de los noventa y es,
junto a Danny Boyle (director de la versión cinematográfica de Trainspotting), el artista Damien Hirst
(autor de la famosísima obra The Physical
Impossibility of Death in the Mind of Someone Living, vendida en 10
millones de dólares), Blur y Oasis (estos últimos autores del disco (What's the Story) Morning Glory?, el
cuarto álbum más vendido en toda la historia en el Reino Unido) hijo cultural
de la famosa moda de la Cool Britannia.
Por ello, Welsh ha continuado su feroz y
audaz crítica sobre la realidad británica, pero esta vez en el análisis de la
herencia dejada por otro retoño de Cool
Britannia: Tony Blair. Welsh es de los pocos que ha denunciado la larga
gesta política de Blair y no por nada es uno de los poquísimos autores que
cuando lanza un libro es sometido a la censura de Estado, como le sucedió con Escoria (en la que, por cierto, aparece
como secundario Lennox, protagonista de Crimen).
A pesar de ello, de la cierta lobreguez con que retrata los suburbios de
Edimburgo aquejados por otro tipo de pobreza y miserias (piscológicas, en este
caso), tras los vislumbres desesperanzados y pesimistas que tienen todos sus
personajes en Crimen, Welsh, en el
fondo, siente en todo su ser a su Edimburgo y a la humanidad. Es un nuevo tipo
de humanista: enfadado, emputado, en términos de Mark Renton. En Crimen es donde mejor se nota un Welsh que
no da totalmente perdida a la civilización. Así como este libro significa una
especie de umbral para su estilo, también lo es para su enfoque, menos
fatalista, menos amargo. Y eso nos lo deja muy claro, con un personaje que a
pesar de tenerlas todas perdidas no desiste en su afán de redimir al mundo en
su larga travesía por salvar a una niña de las manos de perversos depredadores
sexuales.
Hugo Medina (19-agosto-13)
No hay comentarios:
Publicar un comentario