julio 29, 2013

El puente de los asesinos - Arturo Pérez-Reverte

Aún recuerdo cuando compré el primer libro de las aventuras del capitán Alatriste, allá por 1996, y la tan breve descripción del personaje principal en contraportada: "No era el hombre más honesto ni el más piadoso, pero era un hombre valiente”. Ya han pasado más de 15 años después de ese encuentro que me deslumbró por la ostentación de una prosa tan vitalista, tradicional y moderna, que Reverte ha creado. No muchos lo saben, pero las formas lingüísticas, el caló y demás germanía utilizada en los libros del capitán son el resultado de años de trabajo en los que Reverte ha recopilado, fruto de sus lecturas de los clásicos (y obras underground) del Siglo de Oro, y que ha adaptado para darle un toque de modernidad para que el lector actual pueda entender, ya sea por el contexto, por referencias, por gestos de los personajes, el significado de algunas palabras y frases.

El séptimo libro de la saga, El puente de los asesinos (2011), marca un punto de madurez en la narración de Reverte y en todos sus personajes. Tenemos ya a un autor que sabe regular el ritmo, que deja de lado las estrepitosas escenas de acción que abundaban en El capitán Alatriste (1996) y en Limpieza de sangre (1997) (ambas mis novelas favoritas de esta saga) y se centra más en la psicología de los personajes y en las minuciosas y excelsas descripciones.

Y es que Íñigo Balboa, el narrador de las aventuras, ya no es aquel niño de 12 años del primer libro, que idealizaba y admiraba incondicionalmente al capitán. Ya tiene 18 años, sus propias ideas, sus amantes, su propia forma de lidiar con la diplomacia y, claro, como un hijo rebelde, ya tiene sus desacuerdos ríspidos con Alatriste. De hecho, una de las mejores escenas por su tensión es cuando ambos protagonistas están a punto de mediar espadas. Íñigo se aleja bastante de esa visión casi romántica de su padrastro y da paso a una mirada más amarga, más resignada y depresiva de Alatriste.

La novela cuenta la historia de una conspiración para asesinar  al dogo de Venecia en plena Misa de Gallo (en Nochebuena), con el fin de instaurar un gobierno a modo del rey de España. El plan implica distintas acciones en varios puntos de Venecia, una misión suicida, a todas luces, pero que aseguraría una buena posición a la Corona española. Francisco de Quevedo recomienda a sus superiores y organizadores de la sedición al capitán Alatriste como uno de los cabecillas de la operación. Para rematar, el capitán se reencontrará con otro hombre de parecidas características, dado por muerto después del lance de El Escorial, su espléndido némesis: Gualterio Malatesta. Ambos, sin embargo, tendrán que trabajar juntos por segunda ocasión y estarán obligados a dejar de lado su enemistad.

Este encuentro es, también, fundamental en toda la novela. A pesar de la desconfianza que Alatriste tiene, también existe una especie de morbo por conocer más a Malatesta. Se entera, pues, de cómo fue liberado por la Inquisición, de algunas incidencias de su infancia como monaguillo y otras graciosas referencias que resaltan el lado humano de su peor enemigo. El tratamiento que Reverte da a esta relación es adecuada, aderezada por la constante rivalidad entre Gualterio e Íñigo quien, por cierto, le llega a jurar que lo matará él y no el capitán.

Otro de los aciertos es la deslumbrante forma de describir a la Venecia del siglo XVII. Casi se puede oler el ambiente viciado de la mercancía amontonada en los pequeños muelles, escuchar el bullicio, palpar la espléndida arquitectura, los claustrofóbicos callejones, las góndolas, el caserío… Así como Íñigo, Alatriste y Malatesta son los grandes protagonistas de esta historia, la peligrosa Venecia, magistralmente detallada, es otro actor importante de la trama. Junto a ella, insisto, el lenguaje pulidísimo, los diálogos (aunque, bueno, creo que sobraron algunos) están llenos de sugestivos silencios, gestos, frases lapidarias, refranes, estrofas citadas con precisión, pero, lo más interesante, es la utilización del dialecto veneciano en boca de ciertos personajes, dialecto que, sin traducción, se entiende perfectamente por el contexto. Creo, como lector de la saga entera, que en El puente… Reverte ha alcanzado la cima del brillante uso de la lengua española en su saga. Es un trabajo que se nota trabajadísimo, de una calidad, repito, que une el habla del siglo XVII español y la sintaxis del siglo XXI: lo más tradicional con el formato más moderno.

Mi sugerencia sería simple: leer los libros del uno al siete y, después, ver la película. El film contribuye muchísimo para tener una idea de la personalidad, actitudes y gestos de Alatriste, interpretado genialmente por Viggo Mortensen. Si se lee esta novela de forma aislada sí pierde: no se entenderán las relaciones de los personajes, sobre todo el triángulo Alatriste-Íñigo-Malatesta. Además de ello, quizás el lector joven se desespere con las descripciones, la insistencia en explicar el plan de la conjura y algunas escenas de caminatas por Venecia. Todo ello tiene su recompensa, como la pelea final de esta historia, el desencuentro del capitán con Íñigo y la revelación del futuro de Alatriste. Aún quedan dos libros para que termine esta inmensa aventura (serán 9 en total), uno que narrará el regreso del temible Luis de Alquézar (después de hacerse rico en Taxco) y su hija Angélica, enamorada de Íñigo, para vengarse del capitán; y la última, que contará una trepidante aventura en París donde Alatriste, al parecer, se enfrentará a cuatro legendarios mosqueteros.

 (29-julio-13)


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