junio 05, 2013

Las partículas elementales - Michel Houellebecq

En los escasos meses que viví en Francia en el año de 2005, tuve la fortuna de presenciar un debate intelectual en el ambiente literario europeo. El sólo nombre de Michel Houellebecq supone actualmente un vestigio de subversión tan ausente en la atmósfera soporífera de la literatura francesa, que aplaudo de manera superlativa el arte narrativo del temerario autor francés que a continuación me dispongo a reseñar.

Sus libros, muy de moda en la intelectualidad europea, han desatado pasiones y discusiones en las letras del viejo mundo. Con su segunda y última novela, Las partículas elementales, las tensiones y las divisiones de puntos de vista acerca de sus obras han vuelto a atosigar la escena de la literatura, carente desde hacía mucho tiempo de un escritor que, en Francia por lo menos, fuera capaz de poner en duda el esquema de la conciencia cultural. En su anterior trabajo, y opera prima, Ampliación del campo de batalla, Houellebecq arremetió de forma indiscriminada contra el neoliberalismo, tan en boga hoy en día. Según Houellebecq, el capitalismo multinacional ha convertido cada aspecto de la vida en pequeñas parcelas de mercado.

Las partículas elementales llaman la atención porque su protagonista es un personaje de dudosa validez en la frivolidad del capitalismo global: un varón blanco, inteligente y triunfador. Además, es profesor de literatura y vive obsesionado con sus estudiantes mujeres. El segundo a bordo en la historia es su oscuro hermano gemelo, científico y amargado, encaprichado con la idea suprema de conquistar al mundo a través de la clonación.

De igual forma, Houellebecq se centra en los disturbios estudiantiles de mayo de 1968 en Francia, así como en las ridículas fases de la liberación sexual como una de sus consecuencias. Y es que es inevitable pensar en esto cuando iniciamos la lectura y nos damos cuenta del sorprendente cuadro: una mujer burguesa, madre de dos hijos, reconvertida en hippie, que abandona a éstos en busca de la liberación sexual.

Houellebecq ha afirmado que sus personajes no son seres abocados al vacío del llamado absurdo existencial; sino que, en contraposición, son seres que no están absolutamente contentos con lo que les ha deparado la vida, pero que han persistido en ella de forma vacua: “El hombre es incapaz de amar, pues su hastío es mayor que la capacidad de relacionarse de una manera normal con los demás, con lo cual evita las complicaciones propias de la búsqueda del amor, del sexo”.

A consecuencia de todo esto, es fácilmente comprensible que la polémica estallara en Francia y, posteriormente, en otros países, en forma de debates, de pronunciamientos a favor y en contra. Houellebecq ha sido tachado de reaccionario por sus más firmes detractores y, por el contrario, agasajado por otros, como el diario Le Monde que, a propósito de su candidatura para el Prix Goncourt, premio que mantiene en vilo a la sociedad literaria francesa a lo largo de todo un año, apostó por él, aunque finalmente no le fuera concedido el galardón (sí obtuvo, sin embargo, el Prix Novembre).

Mientras tanto, las cifras de venta de Las partículas elementales se han disparado, convirtiéndose en un fenómeno social y editorial que ha sorprendido a editores y aun a la crítica, que tanto ha desdeñado el fenómeno “Houellebecq” por considerar que su literatura no es buena.

Además de eso, el autor francés se ha atrevido a aportar su voz para el disco Présence humaine, canciones en las que se limita a murmurar, tararear, hablar con esa voz cansina que delata a un hombre tímido y hastiado, depresivo y escéptico. Las radios francesas comienzan a dar publicidad al disco y ya aparece en los charts más populares de Europa. Tal como los personajes absurdos y ambiciosos de Las partículas elementales, Houellebecq intenta llevar a sus últimas consecuencias la premisa de su libro, hasta convertir su vida en una contundente metáfora de la inutilidad de los triunfos comerciales. Según esta mirada, el éxito en la sociedad capitalista sólo es un índice de decadencia, corrupción y degradación moral. Y éste es el punto en donde convergen todos los debates en torno a la literatura sarcástica de Houellebecq. De igual manera, es donde la clase acomodada, del buen gusto de la élite francesa y mundial, ve sus deformidades, porque se han contemplado en el bizarro espejo de la novela.

--Cortesía de Dino Trajeado.



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