agosto 09, 2013

El vizconde demediado - Italo Calvino

Italo Calvino, autor italo-cubano, es uno de los baluartes de la literatura mundial, aunque a veces es relegado e injustamente olvidado. Calvino, como pocos, es un autor versátil: combina historia con relatos fantásticos (como en El vizconde demediado o en El caballero inexistente), imprime visiones de la teoría científica de avanzada en sus cuentos (Cosmicómicas o Tiempo cero), hace antologías (El cuento fantástico del XIX), anota la poesía de Cesare Pavese, coquetea con el nouveau roman y la metaficción más radical (Si una noche de invierno un viajero), escribe ensayos desafiantes (Por qué leer los clásicos) y visionarios (Seis propuestas para el próximo milenio). Es uno de los autores que intuyó, antes de la popularidad de las teorías físicas de última generación y de la expansión de la cultura mercantil de masas, que la literatura tendría que afrontar su naturaleza si es que quería sobrevivir en una sociedad consumista que privilegia el cine, los videojuegos, Internet y la literatura fácil.

Con El vizconde demediado, publicado en 1952 (y cuya traducción llegó, si no me equivoco, hasta 1960), Calvino se introduce, por primera vez, en el afortunado universo de la narración histórico-fantástica. "Entusiasta e inexperto, no sabía que a los cañones hay que acercarse sólo de lado o por la parte de la culata. Y él saltó frente a la boca de fuego, con la espada desenvainada, y pensaba que les metería miedo", es así como el desafortunado vizconde Medardo de Terralba, en su primer enfrentamiento contra los moros en Bohemia, paga cara su inexperiencia y es alcanzado por el cañón de los turcos: el fogonazo le da en el pecho y lo parte simétricamente por la mitad, de cogote a la entrepierna. Después de la refriega, entre innumerables cadáveres, encuentran la mitad derecha.

Para infortunio de los habitantes de Terralba, la monstruosa mitad maligna del vizconde regresa y, como un Ubú Roi del siglo XX, tiraniza a los pobladores: ejecuta, roba, hecha a perder cosechas, incinera casa, acosa. Su obsesión destructiva tiene su paralelo psicológico: el vizconde disecciona todo lo que tiene a la mano, pues para él el estado originario de todo son las fracciones. Para nivelar la balanza, el lado izquierdo del vizconde regresa tiempo después. Al contrario, él es un dechado de buenas virtudes, noble, exageradamente bondadoso con el prójimo, al límite de la desesperación. No conoce medias tintas en cuanto a su filantropía. Se dedica a deshacer las maldades de su otro yo perverso.

Para complicar la trama, aparece Pamela, de quien ambos Medardos se enamoran. Como imaginarán, esta pequeña irrupción precipitará la confrontación final entre ambos yoes. Calvino, con esta breve novela, que se lee en un suspiro, profundiza en el problema del bien y el mal, de su lugar en la naturaleza humana, en la imposibilidad de una identidad plenamente pura o drásticamente diabólica. También, como ha sido parte de sus preocupaciones, explora la idea del “yo”, de las particularidades que conforman al sujeto, de su forma de concebirse. Con una narración vertiginosa, precisa, ágil, sin nada más ni nada de menos, Calvino ha hecho de esta aventura una pequeña receta de cómo la aparente simplicidad de la trama, que conjuga humor y filosofía, historia y fantasía, puede ser apta para niños, jóvenes y adultos, al tiempo que profundiza en los temas nodales que constituyen a los seres humanos. Una novela sorprendente que a pesar de ser de 1952 bien podría pasar por una novedad del 2013.

 (09-agosto-13)


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