10. Loba,
Verónica Murguía (SM)
Primera vez que el premio literario internacional Gran Angular lo obtiene un autor mexicano. Es una historia de fantasía épica que aborda, esencialmente, el rol de la mujer en un universo mágico gobernado por valores machistas. La autora se esfuerza al máximo por encontrar, no sé si con éxito, una resolución pacifista a su historia. Aunque la crítica la recibió de forma ambigua, la mayoría reconoce y resalta las virtudes de este magnífico libro. Es grato encontrarse con relatos inteligentes que refrescan la deprimente y mediocre producción de novelas juveniles que parecen ser transcripciones malas de guiones hechos en Hollywood. Sitio oficial.
9. Cámara Gesell, Guillermo Saccomanno (Seix Barral)
Él es el escritor
argentino emergente de los últimos años: ganó el Biblioteca Breve en el 2010
(con El oficinista) y este año obtuvo
el Premio Hammett en España por esta novela, la cual ha sido objeto de
innumerables elogios. En ella conjuga la crónica con el microrrelato (casi una
página en promedio por episodio), para
hablar de la ciudad ficticia de La Villa, trasunto de Villa Gesell, en la que
hierve el maltrato a menores, la violencia, la corrupción en la política
municipal. Al acercarse la época alta de vacacionistas, los habitantes cierran
la boca, asumen la complicidad de su sórdido entorno, con tal de mantener la
falsa buena imagen ante los visitantes. Sitio oficial.
8. Matar al
padre, Amélie Nothomb (Anagrama)
Aunque publicada en
el 2011, no es hasta este año que Anagrama nos trae su traducción. Es una obra
que advierte sobre la juventud actual, sobre el gris futuro que pende sobre esa
generación, pero, ante todo, sobre nosotros, quienes seremos gobernados, cuando
esos jóvenes crezcan, por ellos. Amélie nos cuenta la historia de Joe Whip, un
joven de 14 años que vive con su madre y sus eventuales padrastros. Se genera
una casi inmediata antipatía entre el joven y el más reciente amante de su
madre, por lo que la progenitora le pide que se marche a cambio de mil dólares
cada mes. Desde que tiene 8 años, Joe se refugia en la magia y decide dedicarse
a ella confiado en que la mesada de mamá será suficiente para vivir, hasta que
un día se encuentra con un hombre que lo manda con Normal Terence, el mejor
mago de la ciudad. Esta novela, sin embargo, nos reserva su gran truco en la
página final, donde conoceremos las verdaderas intenciones de Joe Whip. Sitio oficial.
7. Todo va
bien, Socrates Adams (Pálido Fuego)
Es uno de los
escritores jóvenes (nació en el 84, el muy maldito) más prometedores del Reino
Unido. En su primera novela, claramente influida por Irvine Welsh y Tibor
Fischer, Adams nos narra las desventuras de un vendedor fracasado de tubos de plásticos
que debe lidiar con la explotación rutinaria, con un jefe insoportable y con la
frustración de un sueldo mediocre, sujeto a metas e “incentivos”. Es una novela
que mezcla la comedia con el pesimismo oficinesco de forma exquisita. Raro que
las grandes editoriales hayan permitido que una pequeña, oscura casa de Málaga,
los haya marginado de este talento. Sitio oficial.
6. Muerte
súbita, Álvaro Enrigue (Anagrama)
Una novela devoradora
y que se lee muy bien, heredera directa de la gran Terra Nostra del finado Carlos Fuentes, repasa, explora
enérgicamente la historia de México, España y Europa. Quevedo y Caravaggio se
retan al tenis en Roma, en 1599 (con una pelota hecha de cabellos humanos),
para zanjar cuestiones de honor; el partido y la novela duran tres sets. El
relato se duplica y narra cómo un mercenario francés roba las trenzas de la cabeza
decapitada de Ana Bolena; cómo el papa Pío IV (padre de familia y aficionado al
tenis) llena de hogueras Europa y América; cómo la Malinche le teje un tétrico
escapulario a Hernán Cortés. En ella hay campo para una aventura histórica que
se extiende al México barroco, con la caída de Tenochtitlán y la captura de
Cuauhtémoc. Además, su arranque es un homenaje al espléndido inicio de Submundo, de Don DeLillo. Con este libro,
Enrigue, un escritor dado por muerto en el panorama literario, se alzó con el 31
Premio Herralde de Novela 2013. Sitio oficial.
5. Ha vuelto,
Timur Vermes (Seix Barral)
La ópera prima de
Vermes entrega resultados difíciles de calificar: por un lado, su brillante y
sencilla premisa nos seduce al instante: ¿qué pasaría si el Hitler de 1945
regresara de la muerte a nuestro tiempo? Dar voz narrativa a este Hitler,
inmerso en el mundo de las comunicaciones globales, en una Alemania posguerra
fría, indiferente, con una historia inundada con referencias precisas, con lujo
de detalles biográficos, es una proeza. Sin embargo, por otro lado, personalmente
pienso que Vermes se engolosina con su descubrimiento literario y, al final, no
sabe qué hacer con él. Es una novela cómica, corrosiva, irónica y crítica con
la política actual de la corrección y la tolerancia universal. Vermes, por más
errores formales que ostente su novela, dota a su Hitler de verosimilitud a
través del manejo e incrustación precisa de datos añejos, de sus manías, odios
e ideales. Sitio oficial.
4. Bloody
Miami, Tom Wolfe
(Anagrama)
Es una novela
desmesurada, al puro estilo periodístico del grandioso Tom Wolfe. En 700
páginas, Wolfe nos entrega la radiografía de un Miami tomado por asalto por los
hipanos, específicamente por los cubanos: un crisol de etnias en conflicto. Una
ciudad donde los que ejercen el poder son políticos cubanos, policías negros,
mafiosos rusos o marginales haitianos y donde no hay nada más raro que un wasp —blanco anglosajón protestante—
como el que abre la historia. Aunque la crítica la ha recibido con dudas, sobre
todo por la excesiva parafernalia técnica propia de Wolfe que ya denota
cansancio de estilo, es sin duda una obra capital que nos acerca a los bajos
fondos de un Miami sórdido, donde los latinos, en una generación, se han
apropiado de los espacios tradicionales. Con esa mirada entre trágica y cómica,
Wolfe nos lleva desde las barriadas hasta las grandes mansiones de millonarios
obsesionados con el sexo y el dinero. Una obra, pues, infaltable en este 2013. Sitio oficial.
3. Operación
Dulce, Ian McEwan (Anagrama)
Historia de espías,
de escritores, de engaños, de amor y, también, del compromiso ideológico de
las novelas. Se ubica en la Inglaterra de los años setenta, en el auge de la
Guerra Fría. Serena Frome es reclutada en Cambridge por el MI5 con el fin de
crear una fundación para ayudar a novelistas prometedores, pero cuyo verdadero propósito
es generar propaganda anticomunista. Se enamorará del joven y brillante escritor
Tom Haley, por quien se debatirá entre el engaño o confesarle la verdad sobre
la operación que encabeza. McEwan regresa al manejo magistral de la psicología
y a las trepidantes tramas, después de su fallida incursión en el mundo de la
ciencia con su farragosa novela Solar.
Es un gusto tener de vuelta al gran McEwan, ya un inmortal de las letras
inglesas. Sitio oficial.
2. 14,
Jean Echenoz (Anagrama)
Como ya lo apunté en
mi reseña, 14 es una novela muy breve
que destaca por su lúcida prosa, exacta, sin más ni menos. Echenoz es un gran
relator, un maestro de cómo el lenguaje, manejado de forma eficaz, produce
historias significativas. No me cansaré
de poner énfasis en la forma en que Echenoz nos va llevando, desde el uso
inteligentísimo y sutil de la ironía, a las inmediaciones de la masacre. En 14, nos narra cómo es que un grupo de
amigos se enlista para entrar en combate, en una reyerta que, ingenuos, piensan
que durará poco. Para ellos, es más bien un viaje vacacional que deben
aprovechar. La realidad es muy distinta: están a punto de entrar al siglo XX,
marcado por las masacres bélicas. Y es que fue la Primera Guerra Mundial la
madre de todas las batallas por venir en ese siglo tan beligerante y, por si
fuera poco, la que introdujo la tecnología de los bombardeos, de la aviación,
de los campos minados, de los gases químicos letales, de las metralletas y
obuses. Toda una oda a la carnicería. Echenoz retrata a aquellos personajes del
siglo XIX, casi bucólicos, descendiendo al infierno que empezó en agosto de 1914.
Sitio oficial.
1. Canadá,
Richard Ford (Anagrama)
2013 fue el año de la
vieja escuela: al retorno de Tom Wolfe e Ian McEwan se suma el del siempre
clásico Richard Ford. Con una narración extraordinaria, Ford rinde homenaje a
la tradición literaria norteamericana, que va desde Las aventuras de Huckleberry Finn de Mark Twain, los cuentos de Nick Adams de Ernest Hemingway, pasando
por Matar un ruiseñor de Harper Lee, hasta
al inmenso Guardián entre el centeno
de J. D. Salinger. Pero su fuente primigenia, sin temor a equivocarme, es la
prosa exquisita de Dickens. Ford cuenta que la novela nació como un reto
propuesto por Raymond Carver (se trataba de incorporar la palabra “Canadá” en
el título). Y es que Ford nos lleva, a través de la huida involuntaria de Dell
Parsons (narrador de este inmenso recorrido), hacia Canadá, desde el estado de
Montana y sus pequeños pueblos, sus grandes llanuras, hasta llegar a
Saskatchewan, solo para descubrir que la vida es durísima y que la soledad nos va
destilando como seres humanos. Ford es eficaz, inmenso, preciso: ha creado una
obra que entrará entre las más destacadas del siglo XXI. Y pues les dejo el
primer párrafo, tan contundente y redondo como pocos: «Primero contaré lo del
atraco que cometieron nuestros padres. Y luego lo de los asesinatos, que
vinieron después. El atraco es la parte más importante, ya que nos puso a mi
hermana y a mí en la senda que acabarían tomando nuestras vidas. Nada tendría
sentido si no contase esto antes que nada». Sitio oficial.
EXTRAS
Personalmente encuentro que la peor novela del 2013
se la lleva, y por mucho, la terrible La
verdad sobre el caso Harry Quebert, del joven Jöel Dicker. Alfaguara ha
orquestado una agresiva campaña para potenciar el prestigio (nulo, para mí) del
escritor suizo y así vender, como una obra maestra, un libro basura que está
repleto de clichés, de una pésima redacción, de una débil construcción de
personajes y de situaciones inverosímiles. El trofeo se lo lleva el tal Luther
Caleb, uno de los personajes más ridículos que he visto en mi vida de lector.
Incomprensible que este libro haya recibido muchísimos premios, aunque también
revela el bajísimo nivel de exigencia de los lectores que, al parecer, poco a
poco se van acostumbrando a tomar como una obra cumbre, clásico instantáneo, lo
que las editoriales imponen como una moda: libros sin ningún tipo de profundidad.
La decepción del año se la lleva Haruki Murakami,
con su insostenible Los años de
peregrinación del chico sin color (Tusquets), novela que es un compendio de los mayores
defectos del escritor nipón. Vemos a un Murakami fuera de forma, acaso cansado
y tedioso. Esta obra pone énfasis en las clásicas obsesiones del autor, como la
soledad, el sueño y la irrealidad, pero sin añadir nada, como una fórmula que
deja entrever grotescamente las costuras de la trama. Es una novela
insustancial que fue publicada sencillamente para lucrar con el nombre del
autor, que vaya que vende muy bien en donde sea. Es, pues, una novela fallida,
de lo peor de Murakami, que, además, peca de pretenciosa utilizando
abusivamente los lugares comunes. Sospecho que nos quisieron colar una historia
de superación maquillada como una obra intelectualísima, nomás porque hay
música clásica y referencias pobremente freudianas.
Hugo Medina (30-dic-13)
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